No sé hasta qué punto es “rizar el rizo” hablar en plena crisis económica, de objetos inútiles. Pero “a mal tiempo buena cara”, decía mi abuela y como siempre llevaba razón. Por eso, sin pretender ser frívolos, quiero dedicar este artículo a este marsellés que se mece entre el diseño, el arte, el humor y quizá el absurdo.
En ocasiones lo paradójico puede elevarse a la categoría de arte. Jacques Carelman, nos ofrece con gran sutileza unos objetos divertidos, radicalmente inservibles para usos habituales o normalizados, pero sobre todo entrañablemente divertidos.
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