viernes, 19 de noviembre de 2010

Fotografia surrealista: los orígenes

"El dictado de pensamiento carente de todo control ejercido por la razón y fuera de toda preocupación estética o moral".
André Breton

Como “ex” de casi todo, y esencialmente como ex-fotógrafo no he podido evitar la tentación de dedicar una entrada en este blog a la fotografía. Nunca tuve una postura conciliadora o conservadora sobre este medio , hoy en día me mantengo “en mis trece” y sigo pensando que nada se debe “encorsetar” , aunque algunos se empeñen desde diferentes lados en sentar cátedra, y decirnos o decidir lo que es cada cosa, o simplemente como debemos expresarnos y entender la realidad. ¿Hay un dilema entre pintura o expresión plástica y fotografía ¿ ¿Cada una de estas manifestaciones, por su naturaleza debe de plantearse la realidad de un modo diferente? ¿Entonces la pintura puede reflexionar , imaginar y transformar, y la fotografía por su esencia debe sólo reflejar las cosas con un realismo inusitado, como un testigo monoforme y cautivo de lo que ocurre? Pues simplemente no. La historia nos demostrará, y menos mal, que las cosas nos son radicalmente blancas o negras, que no hay nada estrictamente cierto, y que los medios y su uso, son o pueden ser igualmente artísticos o expresivos utilizándose tendencias diferentes.




Los orígenes

El origen del surrealismo es literario, pero lo trasciende para convertirse en una actitud ante la vida, crítica y a la vez constructiva. Guillaume Apollinaire utiliza la palabra surrêaliste en 1917 en un programa teatral de una obra de Erik Satie para el Ballet Parade. En los años siguientes, Breton, Aragon y Soupault se reúnen con frecuencia en casa de Apollinaire y participan de las actividades del dadaísmo. De éste, toman la importancia del azar y el sentido de rebeldía, pero rechazan su carácter negativo y destructivo.

En conversaciones posteriores, Breton y Eluard inciden en la exploración del inconsciente y la imaginación, en el método de la escritura automática y en el estudio de las teorías del psicoanálisis de Freud. La declaración de intenciones del grupo aparece en 1924 en el Manifiesto Surrealista de Breton, al tiempo que se inicia la edición del periódico La Révolution Surréaliste.

El surrealismo desde sus orígenes literarios fue siendo asimilado por otras disciplinas artísticas desde la pintura a la fotografía o al cine. Luis Buñuel con su película “ El Perro Andaluz”, nos transmite imágenes inquietantes en la línea del activismo surrealista.






Man Ray también con su obra cinematográfica “KiKi en Montparnasse”, nos ofrece una delicada joya surrealista.






Y aquí, otra película realizada por Man Ray en 1923, y titulada Le Retour A La Raison. La música fue compuesta y grabada por Donald Sosin.







Man Ray

Su verdadero nombre era Emmanuel Radnitzky. Nació en 1890 en Filadelfia (Estados Unidos) de familia judía, su padre era de Kiev, Ucrania y su madre de Minsk, Bielorrusia.
Su familia se traslada a Nueva York en 1897. Man Ray estudia en la Hihg School y en La Escuela de Bellas Artes del Francisco Social Center de NY. En 1913 pinta su primer cuadro cubista, un retrato de Alfred Stieglitz.

En 1915 hizo el primer one-man-show, con el que se hizo famoso su nombre por América, como uno de los primeros pintores abstractos.

En 1931 Adquiere su primera cámara para hacer reproducciones de sus cuadros.
Con Duchamp participa en experimentos fotográficos y cinematográficos y en la publicación del número único de New York Dadá. Impulsado por Duchamp, Man Ray se mudó París en 1921, con la única excepción de 10 años (entre 1940 y 1951) que vivió en Hollywood durante la Segunda Guerra Mundial, pasó el resto de su vida allí.






Captó la atención con sus primeras fotos abstractas, a las que bautizó como rayogramas. Erróneamente se consideró inventor de la técnica aplicada para ello, que ya la habían experimentado otros artistas anteriormente, entre otros Talbot (hacia 1840) y Schad (1918). Publicó 12 de sus rayogramas bajo el título "Champs delicieux".

Poseedor de una gran imaginación, y siempre al frente de las vanguardias, trabajó con todos los medios posibles: pintura, escultura, fotografía y películas.
Man Ray fallece en Francia en 1976 y es enterrado en el cementerio de Montparnasse.








László Moholy-Nagy
(Bácsborsard, 1895 – Chicago, 1946)

Se vinculó, inicialmente, a los círculos artísticos más avanzados de su país y, en 1920, aterrizó en Berlín. Allí entró en contacto con los dadaístas y constructivistas. Sus collages (como el de la imagen) recogen la influencia de ambos movimientos, que lo marcaron a partir de entonces: de un lado, el afán de provocar y el sentido del humor; del otro, una obsesiva búsqueda de la sencillez, la transparencia, lo puro.









Ha pasado a la historia como uno de los más importantes profesores y teóricos del arte y de la fotografía en la Escuela de la “Bauhaus” alemana. “Apenas hemos empezado a explotar las posibilidades asombrosas que nos ofrece la cámara fotográfica”, escribe en 1925 en su libro:“Pintura, fotografía, cine” donde dejó asentadas las bases de la nueva visión fotográfica. El artista clasificaba la pintura como un medio para dar forma al color, mientras que la fotografía servía de instrumento de investigación y la exposición del fenómeno luz.

Trabajó en un Modulador luz-espacio, que consiste en una serie de planos metálicos perforados que producen efectos de luces y sombras. Por medio de un motor, en este método se realiza una asociación de formas de diferentes materiales, que son iluminadas para que provoque un efecto de sombreado concreto. Moholy-Nagy hace chocar estas formas a través de un movimiento continuo. Este trabajo repercutió decisivamente en su vinculación con la escultura y con las investigaciones fotográficas del momento.

Hans Bellmer
( Katowice, 1902 - París, 23 de febrero de 1975)


Fue un autor y fotógrafo surrealista de origen polaco que desarrolló su trabajo en Berlín y más tarde en París debido al nazismo.

Desde 1922 estuvo trabajando en arte y publicidad en Berlín. Cuando los nazis llegaron al poder en Alemania, en 1933, Bellmer decidió no hacer nada que pudiera serles útil. Entonces confeccionó su obra más conocida: la Muñeca. Se trata de una escultura que representa a tamaño casi real (1,40 m.) a una muchacha de cabellos morenos, desnuda y con calcetines, que parece una muñeca de niña ampliada, pero que tiene cuatro piernas y numerosas articulaciones para un único torso de mujer adulta. Es un objeto con pretensiones eróticas, una criatura artificial con múltiples posibilidades anatómicas, mediante la cual Bellmer intenta descubrir la mecánica del deseo y desenmascarar el inconsciente psíquico que nos gobierna. La escultura evoca también la emancipación femenina, y es también una denuncia del culto al cuerpo perfecto de moda en la Alemania nazi.



Bellmer es, evidentemente, rechazado por el III Reich, que calificaba a su arte de degenerado, y que veía en él lo que el autor, en efecto, quería: «un intento de provocar a la población para impulsarla a despertar».
Trasladado a París en 1938,fue acogido por los surrealistas, que reconocían en su Muñeca y en sus fotografías una nueva manera de abrir el espíritu de la sociedad a sus fantasmas inconscientees y de obligar al espectador a interrogarse sobre los sentimientos producidos en él por la obra de arte y sobre las relaciones con su propio cuerpo y todo lo que ello conlleva de hipocresía o de complejo.

Bellmer fue recluído en el Campo de Les Milles, en Provenza hasta 1940.

Aunque la Muñeca es su obra más innovadora y más conocida, continuó con sus trabajos sobre el erotismo, con abundantes dibujos y fotografías de esculturas-objetos.

Su trabajo servirá de influencia para artistas posteriores como Cindy Sherman, que trabajará también con muñecas haciendo una referencia a la mujer como objeto.

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